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El misterioso Sr. Buddy

mayo 11, 2019 Por Mick

Estoy sentado en silencio, intrigado, observando al enigmático Señor Buddy. Tengo que averiguar qué es lo que pasa con él porque no sé qué pensar…pero primero, permitidme que os ponga en situación.

Llevo casi un año en Londres, estudiando con una beca Erasmus mi tercer curso del Grado de Administración y Dirección de Empresas. Esta semana estoy viniendo a diario a una biblioteca de Charing Cross Road para preparar mejor mis exámenes finales. Este lugar me gusta: es un edificio antiguo pero bien conservado, y que transmite esa atmósfera tan británica de silencio y rigor, la cual me viene de perlas para concentrarme.

La historia que nos ocupa empezó hace tres días, así que volvamos a ese momento…

Lunes 16:30h. La mañana me ha cundido, pero tras una parada para comer me ha entrado sueño: es el típico día en el que me está costando concentrarme por la tarde. Mientras lidio con mi pereza, observo que acaba de sentarse a 3 mesas de mí un tipo con un aspecto un tanto peculiar. Me sonrío al verle porque me recuerda al típico Lord inglés sacado del siglo XVIII. Pelo rizado y algo canoso ya, gafas redondas, mirada de intelectual, aguda pero desconcentrada, como si estuviera buceando en mundos lejanos, camisa blanca con unos pequeños volantes en las mangas, y una chaqueta que, aunque parece nueva, está pasada de moda.

Su forma de vestir por si sola hubiera sido suficiente para llamar mi atención, pero algo más ha atraído mi curiosidad…no sé a qué se debe, ni cómo explicarlo, pero es como si se pudiese atisbar algún tipo de misterio cuando uno le mira. Desde mi sitio puedo ver que tiene un libro abierto en la mesa, pero no parece que lo esté leyendo. Tiene la mirada algo perdida, como si buscara algo. Extrae un objeto de su bolsillo que no puedo ver, se levanta y comienza a andar. Le veo moverse por la biblioteca y tengo curiosidad de saber hacia dónde se dirige…

Sin embargo me entra el remordimiento: no estoy estudiando nada y tengo el examen el jueves. Así que decido volver al estudio, aparto a este personaje de mi mente y logro concentrarme. Una hora y media después me dispongo a salir de la biblioteca porque van a cerrar ya. Al dirigirme hacia la puerta paso por al lado del puesto de préstamo de libros y contemplo de nuevo al extraño “Lord” hablando con la bibliotecaria. Al pasar por su lado no puedo evitar fijarme en el libro que le acaban de entregar sellado: 20.000 leguas de viaje submarino. Y de pasada consigo atisbar también su nombre en el carnet de la biblioteca: Mr. Archibal Buddy. Salgo de la biblioteca, me llaman por teléfono y rápidamente me olvido del asunto.

Martes 16:30h. Hoy estoy más centrado, con la cabeza pegada a mis apuntes, he comido ligero y estoy rindiendo muy bien. Hasta que algo parece que se quiere colar por la periferia de mis ojos: un fogonazo que me ha parecido la manga de una forma conocida.  Levanto los ojos y allí está el “el Lord” de nuevo, consultando una estantería justo a mi izquierda. Me llama poderosamente la atención que acaba de coger un volumen de la sección de Contabilidad. Lo sé porque justo está buscando en la estantería donde yo suelo ojear en busca de referencias para mis exámenes. Me pregunto qué tendrá que ver 20.000 leguas de viaje submarino con la Contabilidad. Mientras cavilo, él se sienta y empieza a ojearlo. Hoy le tengo mucho más cerca, en la mesa de enfrente.

Mi examen pasa inmediatamente a un segundo plano y mi mente empieza a funcionar a toda velocidad. Algo no me cuadra y refuerza la impresión de extrañeza que siento a cada vez que miro a este personaje. Esta vez decido observarle con un poco más de disimulo, ya que le tengo justo delante. De vez en cuando lanzo una mirada de soslayo y compruebo como continúa mirando su libro. Mirando sí… pero no parece leerlo. Su atención parece estar verdaderamente a 20.000 leguas de aquí. Después de unos 5 minutos se levanta y se dirige hacia un extremo de la sala, igual que ayer. Pero esta vez le sigo con la mirada hasta que le veo perderse en el último corredor de estanterías, justo al final de la biblioteca.

Mi perspectiva no me permite ver el interior de dicho pasillo. Mientras espero, no pierdo ojo a la entrada del corredor por donde se ha introducido para ver cuándo sale. 3 minutos. 5 minutos. Pero no aparece. Me puede la curiosidad y decido levantarme hacia ese pasillo. Cuando por fin llego y me adentro en él veo a una persona allí, pero no es él. Me dirijo hasta el final del corredor y doblo la esquina. Me encuentro otro pequeño pasillo, de solo unos 4 metros que hace un fondo de saco, pero solo encuentro una estantería final y ni rastro del misterioso Señor Buddy.

-No puede ser – me digo atónito.

Repaso la escena mentalmente y confirmo que he estado observando con atención la salida del corredor por donde se adentró el señor Buddy y sé con certeza que no ha salido. Por lo tanto debería estar en el corredor, pero no es así.

Tras permanecer un rato pensativo me encamino hacia mi mesa de nuevo, con una sensación de incredulidad creciente. Ya ni me acuerdo del examen. Me quedo un buen rato observando la entrada del corredor y pensando acerca del paradero del Señor Buddy pero no logro obtener ninguna conclusión lógica. Después de unos 20 minutos más me digo a mi mismo que tengo que ponerme a estudiar, por muy cautivador que me parezca todo este asunto. Al principio no me puedo quitar al extraño “Lord Inglés” de la cabeza, pero aplico mi disciplina mental y poco a poco me voy concentrando cada vez más en mis apuntes, hasta conseguir sumergirme de nuevo en mi examen.

Pasa el tiempo y cuando queda poco para cerrar levanto la cabeza y diviso al Señor Buddy abandonando la Biblioteca, a unos 50 metros de donde yo estoy. Algo automático salta como un resorte dentro de mí. Cierro los libros, recojo mis apuntes y los meto en la mochila tan rápido como puedo. Me encamino casi corriendo hacia la puerta y salgo a la calle. Ni rastro de Mr. Archibald Buddy. Maldigo mi suerte y me encamino hacia la boca de Metro de Leicester Square. Hoy no logro olvidarme del asunto en casa, la intriga ya es demasiado poderosa…

Miércoles (hoy). Estoy en la biblioteca. Esta vez mi concentración es nula porque he decidido que hoy voy a darle prioridad a averiguar cuál es el secreto del misterioso Sr. Buddy.

16.30h. Nada, no aparece. 16.35h. Ni rastro aun. 16:37h: por fin veo dibujarse en la puerta una inconfundible silueta que se adentra por la puerta de la biblioteca. Se dirige hacia una estantería y, tras pasear su mirada por ella, coge otro libro… esta vez de la sección de deportes, lo cual confirma mis sospechas de que está cogiendo libros al azar.

¿A qué diablos viene este hombre a la biblioteca?

Se sienta a unas 5 filas de mí. Hoy está más lejos, pero esta vez no voy a perderle. Espero un rato, observando. En cuanto le veo levantarse hago lo propio y le sigo a cierta distancia con disimulo. Se dirige hacia el mismo corredor que los dos días anteriores. Pero esta vez, ya completamente imbuido en mi rol de Sherlock Holmes, he tomado precauciones para que no se esfume de nuevo. A las 16:25h he dejado mi Smartphone en una estantería apuntando con la pantalla hacia el fondo de saco que está situado al doblar la esquina del último corredor al que siempre se dirige el Sr. Buddy.

Como ese pequeño pasillo no es muy frecuentado es difícil que nadie vaya a descubrir mi solitario móvil, que he situado estratégicamente en un rincón de la estantería. Desde mi Smartwatch, amarrado a mi muñeca, debidamente sincronizado y con el software correspondiente, puedo observar todo lo que registra la cámara de mi Smartphone. Así que si hoy el Sr. Buddy entra en el fondo de saco podre observarle sin ser visto.

Et voilà… compruebo como avanza por el corredor del final. Yo estoy haciendo que consulto un libro en ese corredor mientras le observo hasta que desaparece de mi perspectiva y se adentra en el recodo que conduce al fondo de saco. Inmediatamente miro mi Smartwatch y diviso al Sr. Buddy caminando por el fondo de saco, deteniéndose ante la estantería del final que lo cierra. Se da la vuelta para mirar hacia atrás… parece que está comprobando si hay alguien que se haya adentrado en el pequeño corredor y pueda verle.

Entonces se pone de rodillas y mete el brazo en un hueco debajo de la estantería, casi hasta el codo. De repente la estantería se abre en una de sus esquinas, perfilando una pequeña apertura. El Sr. Buddy empuja la estantería, que se ha convertido en una puerta, atraviesa el umbral y la cierra tras de sí desapareciendo rápidamente. Yo me quedo perplejo, pero a la vez me doy cuenta de que acabo de resolver el primer misterio concerniente al Sr. Buddy.

-¡Ya te tengo! – pienso.

Comienzo a cavilar, valorando la conveniencia de seguirle o no. De momento decido esperar. 20 minutos y no sale. Tras sopesar opciones durante un rato más, me convenzo de que la única forma que tengo de desvelar por completo el misterio del Sr. Buddy es arriesgarme a seguir sus pasos e introducirme por la puerta oculta. Así que me encamino con resolución hacia el fondo de saco.

Esta vez soy yo el que una vez allí se da la vuelta para comprobar que no hay nadie en el corredor, me agacho y meto el brazo por debajo de la estantería para buscar el mecanismo que ha utilizado el “Lord”… por fin noto algo, una especie de resorte que consigo desplazar, se oye un click sordo y se abre la puerta… me introduzco por ella rápidamente para que nadie me vea y cierro, sin pensar mucho en lo que me voy a encontrar tras el umbral de lo desconocido…

Está oscuro, casi no se ve nada. Espero un poco mientras se adaptan mis ojos para orientarme mejor… y compruebo que me encuentro en el principio de un corredor de unos 20 metros, por el fondo del cual entra un poquito de luz.

Comienzo a recorrerlo y veo que a medida que voy avanzando la claridad aumenta. Voy caminando despacio, preparado para salir corriendo si de repente me encuentro con el Sr. Buddy. Al llegar al final del pasillo observo en lo alto una estrecha ventana horizontal y con rejas. Estimo que debe estar situada en una de las calles paralelas a Charing Cross Road.

Si mis cálculos son correctos más o menos a la altura de St Martin’s Lane a pie de calle, de tal forma que la gente que pasea por dicha calle no puede divisar lo que hay en su interior salvo si se agacha para mirar, pero deja entrar luz suficiente para poder recorrer el pasillo sin caerse. Al doblar la esquina veo otro corredor de unos 6 metros y una puerta entornada al final.

Me acerco a la puerta despacio. Me asomo con mucho cuidado y diviso la figura del Sr. Buddy en medio de una estancia de unos 50m2. En lo alto de la misma hay varios ventanucos similares al del corredor, con lo que la sala tiene cierta iluminación y se puede apreciar que sobre todo contiene muebles y objetos antiguos. También observo un foco de luz que se va desplazando por la habitación. Sigo su trayectoria y me conduce hasta una linterna sujeta por la mano de nuestro enigmático personaje.

El Sr Buddy está justo al otro lado de la estancia. No consigo ver bien lo que está haciendo, así que me introduzco con cuidado en la sala y me escondo detrás de una especie de biombo alto. El “Lord” está caminando, observando los objetos y tocando algunos de ellos.  De vez en cuando se detiene, para después continuar moviéndose por la sala. Así pasan unos 15 minutos, y me doy cuenta de que poco a poco su recorrido le está conduciendo hacia situarse… ¡justo entre la puerta y yo!

Trago saliva. Ahora mismo no tengo escapatoria. Con ansiedad me muevo ligeramente para esconderme mejor, porque el biombo ya no tapa toda mi figura desde la posición del Sr. Buddy. Mientras lo hago tropiezo con un objeto que hay en el suelo. Se oye el ruido y el Sr Buddy, sobresaltado, dirige su mirada hacia mí:

-¿Quién anda ahí? – dice dirigiendo su linterna hacia mí.

Su cara refleja sorpresa. La mía debe mostrar nerviosismo e inquietud. Pienso en salir corriendo para escapar, reaccionar de alguna manera, pero él se encuentra entre la puerta y yo. Me recorre un sudor frío y un pensamiento atraviesa mi mente:

 No tenía que haberme arriesgado tanto

Porque ahora estoy con un desconocido y extravagante personaje, en un sótano del que nadie conoce su existencia. Solos él y yo… y este tipo me está cerrando la salida. Sin embargo, aunque percibo sorpresa en su cara no veo ninguna señal de agresividad o peligro. Algo en ese pensamiento me tranquiliza. El Sr. Buddy se acerca lentamente, con el brazo estirado hacia mí y la palma de la mano abierta, como quien se aproxima hacia un animal salvaje y desconocido y trata de darle señales de tranquilidad para que no se revuelva contra él. Finalmente se detiene a unos 2 metros, y me pregunta:

-¿Qué haces aquí chico?

Mi corazón late a 1000. Respiro hondo y sopeso durante unos segundos mi respuesta, pero decido que lo mejor es contarle la verdad ya que cualquier otra cosa sonaría a excusa, dado lo inverosímil de la situación. Sin embargo, una parte de mi permanece con la adrenalina y en tensión. Por si acaso me preparo mentalmente para correr o pelear si es necesario. El Sr. Buddy se me queda mirando en silencio, escuchando mi historia. Pasan unos instantes que se me antojan eternos. Finalmente el “Lord” asiente con la cabeza y comienza a hablar:

-Te preguntarás que es todo esto y que hago yo aquí, ¿no? – me dice con una sonrisa de medio lado.

Yo le imito y también asiento con la cabeza. Me tranquiliza un poco su tono de voz pausado. Entonces el Sr. Buddy comienza a relatarme que hace unos años compró una vieja mansión en las afueras de Londres y que un día encontró un armario secreto en el que descubrió un antiguo pergamino, que saca de su bolsillo y desdobla ante mí cuidadosamente.

Desde entonces ha estado estudiándolo y siguiendo las pistas, acertijos y señales que ha encontrado en él. Las indicaciones le han ido mostrando un camino que le ha conducido por lugares emblemáticos de Londres como Saint Paul’s Cathedral, Westminster Abbey, un bunker secreto situado en Hampsted,  Holland Park… y por último a esta biblioteca. Entonces se detiene por un momento, su expresión cambia, y de repente parece frustrado.

-Chico, ya que estás aquí tienes que ayudarme. Porque hay algo se me está escapando. Llevo ya tres días en esta sala. Al principio avancé relativamente rápido y he descifrado varias pistas – me dice señalando el pergamino – pero ahora estoy atascado, mira…

Con un gesto de su mano me invita a desplazarme con él hacia un rincón de la sala donde se encuentra una mesa con un tablero de madera de ajedrez que tiene las fichas fijadas al mismo. No están todas las piezas, sino que el tablero muestra una partida en juego con una posición concreta. A continuación me dice que observe el suelo y me doy cuenta de que tiene unos dibujos grabados en él.

-Échate un poco hacia atrás para verlo con perspectiva – me indica señalándome el fondo de la sala.

Le obedezco y con la nueva panorámica compruebo cómo todo el suelo está compuesto por baldosas, formando un gigantesco tablero de ajedrez.

Cada casilla tiene un grabado dibujado en ella, y cada uno es diferente. El Sr. Buddy me comenta que en el tablero de madera solo hay movimiento en la cual las blancas dan mate en una jugada a las negras: situando la dama en C4. A continuación me indica que nos acerquemos a la baldosa correspondiente a la casilla C4, donde observo que tiene grabada la siguiente inscripción:

Veritas filia temporis

 14:37:58.

– “La verdad es hija del tiempo” – me traduce el Sr. Buddy, mostrándome a su vez un reloj de bolsillo que sujeta en su mano – Este reloj lo conseguí a través de una pista en Saint Paul Cathedral. Así que teniendo en cuenta la inscripción, deduje que la siguiente pista tenía que encontrarse en el reloj…

-¿Y qué significa 14:37:58? – pregunté intrigado.

El Sr. Buddy mediante un gesto con sus cejas me propone que observe el objeto mejor. Tras estudiarlo durante unos segundos, me doy cuenta de que las manecillas están paradas en una posición, señalando exactamente las 14 horas 37 minutos, y 58 segundos.

-¡Bravo! – digo aplaudiendo la perspicacia del Sr. Buddy. Casi estaba empezando a coger cariño al extravagante “Lord” y su brillante ingenio.

El Sr Buddy me revela entonces que hace dos días, cuando se introdujo en este lugar por primera vez, consiguió descifrar el acertijo, y que al situar las manijas en dicha posición exacta se abrió una tapa situada en la parte de atrás del reloj.

Entonces, dándole la vuelta al mismo, me muestra como la parte de atrás del aparato deja ver una imagen grabada.

-¿Eso es un tenedor? – pregunto con extrañeza.

-Yo creo que es un tridente – corrigió el Sr. Buddy.

Entonces tirando de mi brazo, casi frenéticamente, me conduce al otro extremo de la sala, donde se encuentra una pared en la que hay dibujado un fresco de lo que parece ser un romano y la imagen de un tridente calcada a la del reloj.

-Fíjate – me dice – también tengo esta frase que apunté en una inscripción que encontré en Holland Park:

Acta est fabula

– “La historia se ha terminado” o “Esto fue una fábula” – me traduce – Estás fueron exactamente las últimas palabras del emperador romano Augusto, ante cuya imagen te encuentras ahora mismo.

-La historia se ha terminado – repetí yo.

– Exacto, por eso yo creo que esta es la última pista – añade con excitación el Sr. Buddy – Además, señala la conexión del tridente con el reloj, indicando dónde hay que aplicar la pista que obtengamos con el acertijo del tridente que nos muestra el reloj. Pero llevo ya casi dos días rompiéndome la cabeza y buscando por la sala sin lograr pasar de este punto.

Me quedo mirando al Sr. Buddy.

-¿Y qué cree que puede significar el tridente del reloj?- le pregunto.

-No lo sé. Los tridentes fueron empleados antiguamente como herramienta para pescar,  como arma utilizada por algunos gladiadores, y también es un elemento que se suele asociar al cetro de Poseidón en la mitología griega. Aunque me inclinaría en este contexto a asociarlo con Neptuno, su equivalente en la mitología romana, ya que la inscripción está en latín. Pero he buscado por toda la sala y no veo nada relevante, no consigo asociar a Augusto con el tridente, y tampoco con la imagen del freso he logrado sacar nada en claro.

Permanecemos un rato en silencio de nuevo, cada cual cavilando en diferentes teorías o asociaciones. Entonces algo pasa por mi mente. Seguramente sea una tontería, pero decido compartirla por si se le ocurre algo a mi improvisado e ingenioso “compañero”.

-Oiga Sr. Buddy, no sé si puede tener alguna relación, pero me acabo de acordar de que en este edificio hay un tridente…

El Sr. Buddy se gira inmediatamente hacia mí mientras compruebo como sus pupilas se dilatan considerablemente.

-¿En serio? – me pregunta con avidez.

-Sí, en la tercera planta hay una escultura de un hombre con un tridente. Igual es Neptuno, no estoy seguro.

El Sr. Buddy entonces saca su móvil del bolsillo con presteza y busca en internet, apurando la escasa cobertura que le llega. Después de leer algunas webs, su cara cambia dibujando una enorme sonrisa y me enseña el móvil. Comienzo a leer y me entero de que antes de la segunda guerra mundial en la biblioteca había una escultura del Dios Neptuno… pero fue trasladada a la tercera planta del edificio, fuera de la biblioteca, durante su reconstrucción.

-¡Vayamos!- me interpela el Sr. Buddy.

Asiento y comenzamos a desandar el camino del pasillo oscuro que nos ha conducido hasta esta extraña y oculta estancia. El Sr. Buddy se me adelanta antes de llegar a la puerta y me hace un gesto con la mano para que espere. Entonces aprieta un botón, suena el click y se asoma por la rendija de la puerta secreta que hace de estantería para comprobar si hay alguien en el pequeño corredor de fondo de saco. Con un gesto me dice que adelante y salimos con presteza hacia el corredor, cerrando la puerta tan pronto hemos cruzado. Salimos de la biblioteca refrenando nuestras ganas de correr y subimos las escaleras del edificio hasta que llegamos a la tercera planta.

Y efectivamente, al final de un hall divisamos imponente la estatua del dios romano. En ese momento la sala está vacía, salvo por una parea de japoneses que observan la escultura del dios de los océanos de cerca. Cuando se van nos detenemos a estudiar el tridente en busca de alguna inscripción o alguna pista, pero está completamente liso, no presenta ningún grabado ni ornamentación.

Después de un ratito lo tocamos, empujamos y tratamos de mover sin obtener resultado alguno. Decido observar más de cerca las tres puntas del cetro, agarro una de ellas con la mano y al moverlo hacia un lado de repente veo que gira un poquito. Entonces el Sr. Buddy me ayuda y entre los dos logramos extraer la cabeza del tridente con sus tres puntas del resto del cetro.

Felicitándonos por nuestra audacia, lo insertamos de nuevo en su sitio mientras nos paramos a sopesar la situación: quedan unos 15 minutos para que cierren tanto la biblioteca como el edificio. Decidimos que lo mejor es esperar a que queden 5 minutos para el cierre, coger el tridente aprovechando que ya no habrá nadie en la planta 3, guardarlo en mi mochila, bajar rápidamente a la biblioteca, coger nuestras cosas de la mesa y atravesar la puerta secreta.

Una vez dentro cerrarán la biblioteca y el edificio, y nosotros tendremos toda la noche para buscar la siguiente pista, hasta las 9:30 a.m. que abran la biblioteca de nuevo. En ese momento saldremos para devolver rápidamente el tridente a la estatua, confiando en que nadie a esas horas haya ido aun a ver la planta 3ª y note la ausencia del tridente.

Así lo hacemos, bajamos a la biblioteca y nos internamos de nuevo en el corredor, arribando a la estancia oculta y encaminándonos sin más dilación hacia la pared que nos ofrece el fresco de Augusto con el tridente.  Una vez allí extraemos la cabeza del tridente de la mochila y observamos el fresco en busca de pistas.

-Fíjese Sr. Buddy – digo mientras señalo con mi dedo índice algo en lo que no había reparado anteriormente – Hay 3 agujeros justo encima de la cabeza de Augusto.

El Sr. Buddy asiente sonriendo. Me comenta que él sí que lo había visto pero que no había logrado descifrar si tenía alguna utilidad. Entonces se me ocurre lo que ahora nos parece bastante obvio a los dos…

-¿No será para…? – comienzo a decir en voz alta, mientras el Sr Buddy, sin esperar a que acabe mi frase, coge la cabeza del tridente y la introduce en los 3 agujeros, comprobando como se ajustan con la exactitud de un guante a su mano. Me mira y aprieta el tridente…suena un ruido pero no ocurre nada más…entonces gira 180 grados el tridente y se escucha un mecanismo que gira a su vez y que empuja la pared donde está el fresco de Augusto ligeramente hacia atrás, dejando una abertura. Empujamos la pared un poco más y conseguimos abrirla un poco más, lo suficiente para que una persona entre en el hueco que ha dejado tras de sí.

Sin más dilación nos adentramos por la abertura, y observamos lo que hay más allá con una sensación de incredulidad. En nuestras retinas se puede observar un reflejo perteneciente a la imagen de aquello que estamos presenciando. No hablamos, pero los dos sabemos lo que está pensando el otro sin necesidad de pronunciarlo en voz alta:

¿De verdad esto es lo que los dos creemos que es? ¿Quién lo habrá dejado aquí? ¿Y por qué lo habrán escondido?

Con enorme asombro el Sr. Buddy y yo nos miramos. Asentimos mutuamente, lo cual confirma nuestra intuición mutua…

Efectivamente, estamos ante lo que estamos, y por tanto ambos poseemos la certeza de que la historia del ser humano está a punto de cambiar por completo…

CONTINUARÁ…

Publicado en: Relatos Etiquetado como: El misterioso SR. Buddy, Intriga, Londres, Relatos

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